martes, 10 de mayo de 2011

Tango, nada antes de medianoche

Por Ana Barón - Fuente: Clarín-

Nota publicada el 18/05/2005

Venciendo todas las resistencias de las veteranas y veteranos del tango, poco a poco y con mucha paciencia, la fotógrafa Adriana Groisman logró penetrar el mundo secreto de las milongas porteñas y reflejó su trabajo en Tango, nada antes de medianoche, libro que presentó esta semana en la galería neoyorquina Leika, una de las más importantes del circuito de la fotografía artística.

Por años, Groisman registró los códigos y gestos que conforman el lenguaje sutil de los milongueros. "En 1986 las milongas eran muy cerradas. El que no pertenecía a ese mundo no entraba", dice la fotógrafa, corresponsal de Clarín en Nueva York. "Durante dos años fui regularmente a milongas como Italia Unita y Sin Rumbo sin cámaras, solo a mirar"

"La milonga es en blanco y negro y además, el blanco y negro es el alma de la fotografía", definió Groisman sobre su elección estética.

El libro publicado por Ediciones Larriviere se lanzará en Buenos Aires en paralelo al Festival de Tango. Tiene una introducción de Silvia Mangialardi, editora de la revista Fotomundo y un texto de Groisman donde cuenta su experiencia. Escribe: "Cuando uno de los milongueros que tanto había intentado seducirme me dijo: 'Vos primero terminá tu libro y después aprendés a bailar, si no, no lo vas a terminar nunca, porque el tango tiene sólo boleto de ida' supe que ya no me importarían los años invertidos en el proyecto, que mi compromiso con esta gente y su realidad tenía que ser tan profundo como el de ellos con su arte".

La milonga empezó siendo un lugar donde los hombres de clase alta buscaban a las señoritas de clases más bajas para bailar esta danza cargada de erotismo. Esta situación prácticamente se ha revertido. Dice Groisman: "Nadie me lo dijo mejor que la milonguera Ana María: 'Cuando el hombre es un buen bailarín no importa si es gordo o feo o cómo está vestido. Lo único que importa es si baila lindo, es poder cerrar los ojos e imaginarte que estás bailando con el Príncipe Azul, aunque cuando los volvés a abrir no tenga un peso para pagarte un café' ".