“… La ubicación del teatro Olimpo se consideraba un poco trasmano para clientela habitué a los espectáculos teatrales, y después de innumerables ensayos de toda índole, en 1915 la sala se transformó en Academia de Baile, donde se abonaba diez centavos por pieza para bailar y, al efecto, la empresa, para dar mayor ambiente a su finalidad, tenía contratadas varias bailarinas. Los concurrentes sacaban su entrada y, rigurosamente controlados, entraban por una especie de torniquete…
Concurría con suma frecuencia a los bailes del Olimpo un personaje que gozaba de cierta popularidad: Benito Bianquet (El Cachafaz), a quien no se le cobraba entrada, porque era una verdadera atracción; cuando él bailaba la concurrencia entusiasmada le formaba rueda y él se floreaba a gusto haciendo derroche en las figuras del típico tango de arrabal.
Puede decirse que El Cahafaz fue indiscutiblemente el mejor y más completo bailarín de tango de su tiempo. No tuvo maestro de baile; su propia intuición fue la mejor escuela de su estilo. Era perfecto en el porte, elegante y justo en sus movimientos, el de mejor compás; El Cachafaz, en el tango, fue lo que Carlos Gardel como cantor: un creador, y ambos no han tenido sucesores, sino imitadores, que no es lo mismo…”
(Foto: Cortesía de Todo Tango)
(Fuente: Francisco Canaro, Mis memorias)